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Observación, entrevista y grupo de discusión: el silencio de tres prácticas de investigación (página 2)



Partes: 1, 2

 

En las situaciones sociales de las prácticas
cualitativas hay lugar para un elemento comunicativo como el
silencio. Un lugar tal vez escasamente analizado, tanto desde la
reflexión metodológica como desde la propia
práctica empírica. Pero al que se abren de manera
conjunta y, a la vez, de manera diferencial las prácticas
cualitativas de investigación
social. Incluso desde la centralidad que tiene lo dicho, lo
discursivo, en estas prácticas, algunos debates que las
atraviesan, como el papel del trabajador de campo en los ejes de
la participación y la directividad en la situación
de observación, están estrechamente
relacionados con las formas de gestionar el silencio y con las
distintas formas de silencio (las distintas etapas o escuelas del
cualitativo pueden registrarse a partir de la valoración
de tal silencio de las prácticas: desde un inicio en que
se asumía como signo de neutralidad y objetividad, hasta
una fase en que sólo parece caber la palabra del
observador entre las silenciadas prácticas de
observación). Toda observación es el encuentro
entre dos mundos, el de la vida cotidiana de los sujetos
observados y el del observador, donde los silencios son los
principales signos en la
transición entre uno y otro. El silencio del que calla
ante la percepción
de alguien ajeno (observación participante); el silencio
del que observa para pasar desapercibido en el escenario de
observación (observación participante); el silencio
del entrevistador para provocar la continuación del flujo
discursivo del observado (entrevista en
profundidad); el silencio del entrevistado como señal de
incremento de la tensión entre la norma general y la
particular (entrevista en profundidad); o el silencio del
grupo como
muestra de las
dificultades para la circulación del discurso sobre
un tema en ese sector social (grupo de discusión): algunas
muestras de la ubicuidad del silencio en las prácticas
cualitativas. Las tres prácticas aquí referidas son
fundamentalmente orales y, por lo tanto, donde fundamentalmente
se da la gestión
del silencio8.

Así, el triángulo cualitativo de las tres
prácticas de investigación aquí referidas,
observación participante, entrevista en profundidad y
grupo de discusión, puede quedar momentáneamente
conformado, pues: a) en cuanto situaciones sociales, las
prácticas de investigación social cualitativa
configuran una relación entre normas (las de
observación, las de referencia y las practicadas), un
modelo de
actor y un lugar para el silencio; b) en la relación entre
normas, los actores toman distintos modelos,
pudiendo aparecer el silencio como la frontera en el
paso entre normas y modelos; c) el silencio es un elemento
constituyente tanto de las normas de la relación de
observación derivada de cada práctica de
investigación, diferenciándolas entre sí y,
por lo tanto, un elemento de su gestión, como un elemento
estratégico para el análisis, en cuanto pone en relación
los tres tipos de normas coincidentes: las de observación,
las dominantes o de referencia más general y las
practicadas por el grupo particular de referencia.

LA OBSERVACIÓN
PARTICIPANTE

La denominada observación participante puede
considerarse el ejemplo por excelencia del carácter de prácticas, en lugar de
técnicas, de los métodos de
la investigación cualitativa. Es más,
para Atkinson y Hammersley9, la observación
participante es algo más amplio, es un modo de estar en el
mundo característico de los investigadores. En cuanto tal
modo de estar en el mundo, asume: la preocupación por
aquellas formas de vida social u organización que pueden considerarse
relativamente anormales, fuera de la norma dominante en la
sociedad
asimismo dominante, y cierta ambición de totalidad
dirigida en sus distintos niveles, ya sea desde la total integración del observador en lo
observado10, ya sea la de dar cuenta de todo el
mundo social
observado.

El principal uso de la observación participante
se encuentra en el estudio de lo que relativamente se sale de la
norma: lo que todavía no se entiende, lo incipiente, las
otras culturas, los grupos
semiocultos o clandestinos y lo que tiende a encerrarse entre los
muros de las instituciones
(instituciones totales, centros laborales, laboratorios, etc.).
Es decir, en aquellos espacios sociales donde lo normal es puesto
entre paréntesis, denegado, donde se asume que las cosas
funcionan socialmente de otra manera distinta a la que se tiene
por normal o la que aparece en los discursos
formales de las instituciones. Por lo tanto, su uso es
especialmente interesante para el estudio profundo de la vida
cotidiana de las organizaciones,
instituciones y grupos
sociales que ocupan un lugar periférico en la
sociedad, lo que, en el ámbito de la salud se traduce en su
utilización en el estudio de la vida cotidiana y
organizativa de centros sanitarios, de asociaciones profesionales
específicas, salas de hospital, psiquiátricos,
etc.11,12. Su objetivo es
que lo normal en tales espacios sociales fluya, aunque
esté lejos de la norma central de la sociedad dominante,
de lo que se considera como normal fuera de tales espacios
sociales particulares.

Para conseguir la representación de tal
normalidad particular, ante la observación de un sujeto
externo, se establece el principio, más o menos asequible
según las circunstancias, de máxima
disminución del grado de externalidad de este sujeto
observador. Así, la comunidad que se
forma entre observador y observados pasa en esta práctica
de investigación por el requerimiento de
integración del observador en los espacios y
prácticas de los observados. En definitiva, de su
integración en la vida cotidiana del grupo observado. Su
relativamente contradictoria denominación (observar y
participar a la vez) muestra también el amplio margen de
su actuación: desde lo que podría considerarse una
observación que participa en la vida cotidiana de los
observados, hasta una participación de la que derivan
observaciones, acercándonos a prácticas como la
denominada IAP (investigación acción
participación). Un margen que, más allá de
la exposición divulgativa de una
tipología13,14 algo extraña a la
escasamente formal concreción de esta práctica,
que, eso sí, tiende a articular distintos grados de
participación con la observación en distintos
momentos de la investigación.

Fundamentalmente, la observación participante es
la integración del observador en el espacio de la
comunidad observada. Es más, esta práctica puede
considerarse un espacio sin tiempo. La
observación participante está definida por la
interacción entre observador y observado en
el espacio de los últimos1. El primer elemento
de participación es espacial, el espacio de la comunidad
observada. De aquí que la selección
del espacio adquiera un lugar estratégico primordial en
las investigaciones
con esta práctica. Como tal espacio, no todos los espacios
son susceptibles de ser observados, ni de permitir la presencia
de un observador. Así, Taylor y Bogdan
hablan de un espacio de fácil acceso, donde se puede
establecer una relación inmediata con los informantes y
recoger datos
directamente relacionados con los intereses de la
investigación. Al respecto, hay que señalar que es
la investigación la que constituye el espacio y su
selección y no al revés, como indican algunos
aprendices de investigador que presentan como objetivo: "ver lo
que pasa en un centro de salud", "ver lo que ocurre en la sala de
espera de un centro de salud", etc. Bien es cierto que, una vez
seleccionado el escenario para la observación, pueden
indicarse algunos procedimientos
para entrar en él y registrar lo que ocurra de
significativo; pero pocos para la propia situación de
estar allí, dada la apertura a las distintas
circunstancias prácticas. Ha de subrayarse que la lógica
de la práctica de la observación participante se
encuentra en su integración en las prácticas
observadas.

Se entra en un espacio, pero no se sabe cuándo
acabará, tendiendo la observación participante a
rechazar los presupuestos
temporales en la investigación. De alguna manera,
también el observador deja en suspenso su tiempo
como sujeto que trasciende su identidad con
un estudio específico. Pero también la relativa
ausencia del tiempo forma parte del producto
sustancial de la observación: apenas se cuestionará
el origen y trayectoria de la comunidad, como tampoco su futuro.
El tiempo sólo cabe como un elemento más que se
gestiona en las prácticas que se dan en el espacio
observado. Es el tiempo en la comunidad; pero no el tiempo de la
comunidad, ni, por supuesto, del observador. En la
observación participante apenas cuenta el tiempo, tal vez
todavía atravesada de la tradición que estudiaba
comunidades a las que se creía sin tiempo. Es más,
el propio término de comunidad, tan querido a la
observación participante, refleja esa
atemporalidad.

El tipo de dato que configura la
observación participante viene dado por el que puede
considerarse su instrumento básico: las notas del trabajo de
campo. El dato es lo ocurrido en el campo y registrado por las
notas. Éstas tienen la función de
registrar lo significativo entre lo observado, pero fuera de la
mirada de los observados, poniendo de relieve la
antinomia entre los momentos de observación y los de
participación. Por lo tanto, las notas de campo se
alimentan de los aspectos significativos que pueden observarse y
recordarse. El objetivo de las notas manifiesta también la
ambición de totalidad de esta práctica de
investigación, pues se propone que han de recogerlo todo
con el máximo detalle. Un todo que incluye los
sentimientos, afectos u otras percepciones del observador. Es
como si las notas de campo tuviesen la misión de
subrayar el grado de integración de quien las escribe
integrándolo en lo escrito. El observador se proyecta en
las notas y, a su vez, las notas proyectan al
observador.

La prescripción de sumo detalle en la redacción de las notas de campo aparece
avalada por el objetivo de la observación participante
como reveladora de lo oculto, de lo que no tiende a verse por la
mirada normal, ya sea desde la normalidad central, ajena (de los
observadores no participantes); ya sea desde la normalidad
particular de la comunidad observada (de los participantes no
observadores). La acumulación de detalles de las notas,
las palabras del observador que se refieren a lo visto y
escuchado, será el material que permita que, desde la
normalidad central, se vea la realidad práctica y
su lógica de la normalidad relativamente
periférica, asumiendo en algunas ocasiones el papel de la
denuncia. También que, desde la normalidad observada, se
tenga un material para la reflexión cuando se le
devuelve.

Como ha podido derivarse de lo expuesto, el discurso de
los participantes en la comunidad observada es un elemento
más de sus prácticas cotidianas; pero no el
único que entra en el detalle de las notas. En algunos
estudios, pocos y situados en el origen
etnográfico-colonial de la práctica de
observación, tampoco es el más importante. En
cualquier caso, el discurso recogido es el discurso inserto en
las prácticas cotidianas dentro del espacio observado,
posibilitándose así la distancia del discurso que
se da al observador externo. Por ejemplo, se dice
que
se hace un experimento médico siguiendo unos
procedimientos, mientras que el observador participante recoge en
sus notas el carácter cotidiano de tales procedimientos,
con las posibles transgresiones normativas de los
mismos15; se dice que se cuida a los enfermos
en un lugar y se observa, desde dentro, que simplemente se les
tiene aparcados; un especial grupo de enfermos dice que
sigue las prescripciones de un tratamiento, mientras que se
observa su frecuente abandono. 

Ha de resaltarse la adecuación de la
observación participante cuando se busca el
conocimiento de las normas prácticas de una comunidad,
grupo, organización o institución. De lo que se
hace, incluyendo en tal hacer los discursos utilizados. Se trata
de obtener, en cierta forma, lo que Bourdieu16
denomina la lógica práctica del sector o
institución social observados. Es decir, de poco
valdría la denuncia de las diferencias entre la norma
general (lo que tiende a decirse) y las normas
particulares (lo que tiende a hacerse), si no se encuentra
el sentido práctico que explica tal hacer.

En cuanto realizada sobre un espacio particular en el
que se desarrollan unas normas prácticas, apenas cabe
hablar de representatividad en la observación
participante. Carece de sentido cuando lo que se pretende no es
tanto la generalización de lo mostrado, sino la
constatación de esto como una realidad normativa
que se desconocía. Su función es transmitir lo que,
en principio, es intransmisible; pero, a su vez, asumiendo su
carácter de conocimiento
local17.

Durante el trabajo de
campo, el observador queda integrado en la comunidad observada,
en mayor o menor grado, pero siempre parcialmente. Ahora bien, la
investigación con observación participante termina
con un observador que integra la comunidad. En la
redacción de su informe, ha de
mostrar que ha comprendido la comunidad observada. Para ello, no
cabe duda, se realizan algunos ajustes analíticos. Todas
sus prácticas, las del observador y las de la comunidad
observada cobran sentido, adquieren la imagen de un
circuito cerrado. Un circuito donde circulan fluidamente las
prácticas observadas.

Más que en las otras prácticas de
investigación que se van a abordar, el silencio en la
observación participante queda del lado del observador y
se configura de una manera distinta a callar. Es el silencio de
un observador que ha de evitar generar cualquier ruido en el
escenario observado. El principio fundamental de no
intervencionismo en la observación
participante18, hace del silencio del observador su
espacio en el espacio de los otros. Pero, a su vez, tal objetivo
se consigue ocasionalmente hablando, diciendo lo que hay que
decir
en la situación práctica. Es el silencio
de un observador destinado a pasar desapercibido. Es el silencio
(y el habla) de la transparencia. Una gestión del silencio
que implica, por sí mismo, un profundo conocimiento de los
estilos de silencio y palabra dentro del grupo
observado. 

Destacar, por último, el carácter
sintomático del proceso de
integración del observador en el escenario que tiene
comportamientos como la ruptura del habla en silencio por parte
del grupo ante la percepción de un extraño, la
propia negación de la palabra del grupo al observador,
etc. Asimismo, el silencio se convierte en síntoma del
grado de incorporación normativa de las prácticas,
pues tienden a ser las que alcanzan mayor grado de
incorporación aquellas que apenas necesitan ser
habladas
, por no hablar, como elemento sustancial
fundamental, de las normas de silencio que rigen en el propio
grupo: lo que se calla al exterior, lo que se callan entre unos
subgrupos y otros, es decir, lo que ya configura al silencio como
un objetivo de observación, además de un
instrumento para la misma, subrayando nuevamente la identidad de
material entre ambos aspectos de toda observación
sociológica.

LA ENTREVISTA

Tiende a definirse la entrevista
cualitativa, también denominada en profundidad, como una
conversación ordinaria, con algunas características
particulares. Como una situación, normalmente entre dos
personas, en la que se van turnando en la toma de la palabra, de
manera que el entrevistador propone temas y el entrevistado trata
de producir respuestas localmente aceptables2. Pero
son precisamente tales características particulares de la
situación las que alejan a la entrevista de una
conversación ordinaria. Incluso, siguiendo el apunte de
Dingwall, hay que señalar cómo el entrevistado
buscará signos en el entrevistador de lo que es localmente
aceptable. Aun cuando la mayor parte de los manuales insisten
en el ideal de conseguir el carácter de
conversación ordinaria para la entrevista, se genera una
situación social distinta, más allá de lo
que pueda considerarse como ordinario, tanto por el entrevistador
como por el entrevistado.

La distancia de la entrevista con respecto a una
conversación ordinaria se encuentra ya en el nivel
pragmático. Una conversación ordinaria puede tener
múltiples sentidos pragmáticos; pero el principal
sentido pragmático de la entrevista se encuentra en la
investigación. Es un habla para ser observada. Como tal
habla, la mayor pertinencia metodológica de la entrevista
se encuentra en investigaciones que buscan aproximarse a las
experiencias de los sujetos. En especial, sobre todo para el
ámbito de la salud, cuando se tiene por hipótesis un conflicto
entre normas. Por un lado, normas dominantes, referenciales,
reproducidas habitualmente en los discursos porque conforman lo
legitimado, lo que hay que decir. Por otro lado, normas en
la práctica, reproducidas en la práctica. Por lo
tanto, se cuestiona el lugar de las normas dominantes, de manera
que la entrevista puede definirse como la técnica de
cuestionamiento sistemático y empírico de la
sociedad por antonomasia19. Así, por ejemplo,
el discurso legitimado señala que prácticas
saludables como el deporte o no fumar son
importantes, pero se realizan prácticas que se alejan de
la salud; el discurso legítimo dice que, en principio,
todos los pacientes son iguales, pero se realizan
prácticas que diferencian a los pacientes desde ese mismo
principio; el discurso legitimado señala la ausencia de
procesos
discriminatorios, según el género, en
la carrera de los profesionales de la salud, pero pueden
realizarse prácticas de selección que
señalen una distancia de tal norma. Desde tal perspectiva,
la entrevista en profundidad es una aceptable sustitución
de la observación participante cuando: a) no es
fácil el acceso a los espacios en los que se concretan
tales normas divergentes, como puede ocurrir en los espacios
privados (domicilios particulares en los que se deben hacer las
prácticas terapéuticas, ciertos consumos de
alimentos o de
medicamentos, relaciones
sexuales, etc.) o los espacios semiprivados (de ejercicio
profesional, expertos, etc.); b) existe una previa
limitación de tiempo, un presupuesto
temporal, pues las entrevistas, a
diferencia de la observación participante, pueden
considerarse como prácticas en que tiene menor peso el
espacio; pero en las que cuenta especialmente la gestión
del tiempo, lo que va desde la duración de cada
entrevista, hasta los días transcurridos entre una
entrevista y otra, cuando se requieren varios encuentros con la
misma persona.

Demasiados condicionantes como para aceptar el ideal de
la entrevista como conversación ordinaria. Más
acertada parece la definición de la situación
social de la entrevista en profundidad como una confesión
desde la desigualdad. La confesión atraviesa la
entrevista12,20. La demanda de
observación requiere una confesión del entrevistado
de su experiencia práctica, aun cuando tal experiencia se
establezca como norma distinta a la que se encuentra
macrosocialmente más legitimada. Si en la entrevista
estandarizada la relación con lo legitimado
macrosocialmente (la norma) es por adscripción, en la
entrevista abierta es por interiorización discursiva.
Incluso en aquellas investigaciones que parecen utilizar la
entrevista para "conocer la opinión" de las personas, lo
que se pone en funcionamiento es una situación social que
demanda la confesión de una opinión, lo que es
cualitativamente distinto, pues ésta parte del posible
enfrentamiento entre la norma discursivamente dominante y la
norma particular. Es tal la implicación entre
entrevistador y entrevistado que la entrevista está
demasiado cargada emocionalmente, como para dar sólo
opiniones. Ahora bien, es una confesión desde la
desigualdad, pues la demanda de confesión parte del
entrevistador al entrevistado, lo que sitúa una parte de
los límites,
pues el entrevistado confesará lo que socialmente crea
conveniente, situándose aquí el principal juego
analítico de la entrevista. En todo momento, el
entrevistado puede negarse a contestar, incluso puede negarse a
aceptar o seguir la entrevista. La entrevista es un contrato de
confesión limitada y no todos están dispuestos a la
confesión, especialmente los más culpables.
Entonces, la cuestión a preguntarse es el porqué de
la confesión. Algo que aquí quedará
falsamente resumido en la tensión existente entre normas
en conflicto, de manera que la confesión podría
admitirse como la demanda del reconocimiento de una norma frente
a otras, que son socialmente dominantes.

Definida como confesión, la entrevista en
profundidad alumbra la amplia tipología en que se
concreta. En las entrevistas de carácter
biográfico, concebidas como historias de vida, el propio
sujeto es el objeto de la confesión. La norma de su
trayectoria se concibe enfrentada a la trayectoria normal (de
aquí que las historias de vida se hayan utilizado para
aquellos sectores sociales que han tenido especiales trayectorias
vitales, ya sea concebidas como voz de los que no han tenido voz:
inmigrantes, derrotados en las guerras,
clases populares, grupos sociales o culturales marginados; ya sea
en su aplicación a los que han tenido éxito
social: elites políticas,
empresariales, etc.). Se trata de la confesión de lo que
quisieran hacer. En medio, donde se encuentra la mayor parte de
los estudios aplicados, las entrevistas como confesión de
lo que realmente se hace, sobre todo, o de lo que
realmente se opina, como concreción de seguimiento de
normas que se apartan de la norma general.

En la entrevista, cuando se realiza una confesión
es porque es la reivindicación de una norma que se cree
aceptable o el reconocimiento de una norma que se acepta en la
práctica. Es decir, es una confesión aceptable, que
se considera que va a ser aceptada por el observador. De
aquí que se aconseje al entrevistador una actitud
abierta, dispuesta a aceptar toda manifestación de la
persona entrevistada. La apertura21, hasta tal punto
destacada en esta práctica de investigación a la
que también se denomina entrevista abierta, no viene dada
por las características de las preguntas como no
precodificadas, sino por una situación social abierta a la
confesión de los entrevistados. La práctica o el
arte de la
entrevista22,23 es el arte de conseguir y estimular la
satisfacción del actor en la confesión, pues ha de
reconocerse cierto placer en la confesión.

Como confesión de una norma, tal vez generalmente
no aceptada, la entrevista en profundidad es la práctica
de investigación que en mayor medida ha convocado
reflexión sobre aspectos éticos. Hay una norma
socialmente no dominante cuya declaración puede ser
atribuida a un individuo, lo
que podría tener consecuencias directas para éste.
De aquí que se hayan de extremar los cuidados de
preservación de identidades, aun en el caso de aquellos
temas de estudio en que parezca que la revelación de la
norma puede ser beneficiosa para el sujeto que ha hecho la
confesión. La voluntad del entrevistado de hacer
pública su confesión es un dato más del
estudio; pero no el papel del observador.

En el diseño
de la investigación mediante entrevistas en profundidad,
el papel estratégico principal corresponde a la
selección de los informantes. Desde tal perspectiva, no
importa tanto el número de los mismos sino las diferentes
posiciones sociales ocupadas, con relación al
fenómeno observado. Se trata de obtener el suficiente
material para la comparación y la mutua
corroboración de lo confesado, que tenderá a ser
fragmentaria, sobre algunos aspectos. Se consigue así lo
que desde distintas escuelas se ha denominado
saturación24.

En un principio, la palabra -lo hablado- aparece como el
dato preferente, casi exclusivo, que produce la
entrevista24,29. Sin embargo, es en la gestión
de los silencios por parte del entrevistador como principalmente
la entrevista en profundidad se constituye en puerta abierta a la
confesión. El entrevistador ha de esperar constantemente
que el entrevistado vaya más allá de lo dicho, tal
vez adscrito a la norma legitimada. Es una espera que invita a
romper con ese tipo de discurso o, en su caso, seguir la
confesión, considerándola aceptable. Desde el
análisis, los silencios del entrevistado marcan momentos
de reflexión sobre lo que éste considera que hay
que decir, reconocimiento de la norma dominante o de la norma
particular, y de lo que hay que callar, pues el silencio es
siempre un callar activo: no es algo que se calla porque se
ignora sino, al contrario, es algo que se calla porque se
conoce.

EL GRUPO DE DISCUSIÓN

En una apreciación inicial, la práctica de
investigación conocida en España
como grupo de discusión aparece como una reunión.
De hecho, a pesar de su denominación habitual, la
explicación de su funcionamiento debe más a tal
carácter situacional de reunión, que de grupo. Es
una práctica de investigación en la que se recoge
el camino de vuelta hacia la unión, de lo que aparece
separado, la reintegración al grupo tras la
individualización. Al poner cara a cara a los
participantes en la reunión, entre seis y ocho,
éstos reconstruyen discursivamente el grupo social al que
pertenecen. Es decir, los nexos de su unión, aquél
material que les une y, a la vez, les separa de otros grupos
sociales. Es tal proceso de reconstrucción discursiva del
grupo social, ante un fenómeno determinado que es
básicamente el objetivo de la investigación, lo que
constituye el principal material para el análisis. Por lo
tanto, el grupo de discusión no es inicialmente lo que
cabe considerar un grupo30. A lo sumo, es un grupo que
se rehace y, al hacerlo, reconstruye discursivamente sus
particulares normas de referencia. Su adecuación a los
estudios en el ámbito de la salud es elevada cuando se
busca observar las normas de referencia particulares de grupos
sociales existentes: grupos sociales amplios (jóvenes,
mujeres, tercera edad, etc.) con respecto a la salud, el sistema
sanitario, una medida en particular o una línea de
comunicación institucional; grupos de
profesionales con respecto a algunas medidas institucionales, la
situación actual del conjunto del sistema de salud o, por
ejemplo, algún tipo de medicamento; o los denominados
grupos de riesgo con
respecto a ciertos comportamientos propios o su protección
institucional. En cada uno de ellos, se obtendrá la norma,
lo que el grupo considera que debe ser, en relación
con el fenómeno social estudiado. Se apoya, así, en
cierta sensación gratificante que experimentan los
individuos cuando se reconoce la norma del grupo, algo que hace
continuar al grupo en su discurso, cada vez más su
discurso, y que algunos han explicado en clave
psicoanalítica20,28. 

Es sintomático el dominio de quejas
y demandas, en el discurso resultante de las reuniones, que
aporta la experiencia de investigación con grupos de
discusión. Algo que hay que poner en relación con
las normas sociales. En cuanto expresión de una
posición social con respecto a un fenómeno, el
discurso del grupo es también el de la norma de este
sector de la sociedad frente a las normas de otros sectores
sociales. De hecho, en tales quejas y demandas cabe inscribir el
diálogo
principal con las otras normas y la reclamación de
reconocimiento de la propia norma social. El grupo de
discusión es una expresión de las diferencias
colectivas con respecto a la norma de referencia, ya sea en su
cumplimiento concreto
(quejas), ya sea en su propia extensión normativa
(demandas). Los participantes a la reunión no hablan de
cualquier cosa, ni de cualquier manera. Hablan del objeto social
de la investigación, reconstruyéndolo
simbólicamente al mismo tiempo que reconstruyen su grupo,
en discusión explícita o implícita con otros
grupos sociales. De hecho, una estrategia de
notables rendimientos analíticos es tener en cuenta que la
discusión en el grupo es, sobre todo, frente a otros
grupos sociales, lo que invita a: a) tener en cuenta que toda
discusión en el grupo es discusión entre grupos
sociales; b) incluso cuando no hay discusión en el grupo
de participantes cabe observar una discusión con otros
grupos sociales, no representados en tal parte de la muestra; c)
poner en relación, como si de un diálogo
común se tratase, el conjunto de unidades muestrales
(grupos) que componen el diseño de la investigación
con grupos de discusión. Por lo tanto, siguiendo esta
línea, no es que el contexto sea importante para analizar
e interpretar el texto de cada
grupo de discusión. El contexto es el grupo de
discusión. De aquí su carácter
dialógico28,29 .

Para acentuar la diferencia del grupo de
discusión con las otras dos prácticas de
investigación presentadas, ha de destacarse que lo
importante en ésta es la circulación de discursos.
Discursos que adquieren su máximo valor como
representación simbólica del grupo frente al
fenómeno social estudiado y, por lo tanto, expresan la
norma del grupo (el ideal del grupo) ante tal fenómeno. El
discurso no es percibido tanto como un instrumento en la
situación social inmediata, como ocurre en la
observación participante, ni como la confesión de
una norma que trata de salir a la luz, como en la
entrevista.

Considerado el grupo de discusión como el
ámbito experimental óptimo para tal
circulación de discursos, el moderador de la
reunión, además de ser el representante del
poder y la
instancia investigadora, se convierte prácticamente en un
conmutador de la circulación. Es el que da paso a las
intervenciones de unos y otros participantes. Pero, sobre todo,
es el que da paso a unos temas y cierra el paso a otros, poco o
nada relacionados con los objetivos de
la investigación. 

En cuanto circulación de discursos que expresan
la norma particular y específica de un grupo, los
procedimientos experimentales tienen por función facilitar
tal circulación. De aquí, la exigencia de relativa
homogeneidad social entre los participantes en la reunión,
pues se consigue el contexto para que los discursos circulen y la
base para generalizar los resultados discursivos de la
reunión, pudiendo ser atribuidos al grupo social de
referencia representado en el diseño de la
reunión.

Al ser la discusión entre normas, ubicadas en
distintas posiciones de la estructura
social, el centro de la observación mediante grupos de
discusión, los niveles de consenso que, con respecto a
tales normas, se muestran en el discurso que resulta de la
reunión es un instrumento analítico primordial. Es
más, los grados de consenso llegan a convertirse en la
principal guía de interpretación, hasta conseguir una especie
de mapa general de los consensos con respecto al objetivo de la
investigación, teniendo en cuenta el total de reuniones de
grupo realizadas. Tal mapa llega a adquirir la
característica de escenario discursivo sobre el que las
instituciones, públicas o privadas que encargan la
investigación, toman sus decisiones operativas.

Desde el punto de vista del contrato de
observación, la práctica del grupo de
discusión es un contrato de reflexión. El grupo se
refleja, como grupo social, en el conjunto de la sociedad,
representado por el moderador, el único que no es como
ellos
. A su vez, el moderador se compromete a actuar como un
espejo, a devolver al grupo el discurso producido por el grupo.
Por lo tanto, a facilitar el reconocimiento del grupo y de los
participantes en el grupo.

En cuanto contrato de reflexión grupal, la
gestión del silencio en el grupo de discusión ocupa
un lugar destacado. Hay silencios en el inicio de su dinámica, propios del reconocimiento de la
situación por parte de los participantes. Pueden
considerarse silencios de los primeros escarceos, que
señalan la mayor o menor dificultad para hablar sobre el
tema propuesto y, por lo tanto, hasta qué punto es un tema
que inicialmente circula con facilidad en el grupo.

Los silencios en el medio de las reuniones pueden tener
otros significados. Pueden ser cortes en la circulación
discursiva, al enfrentarse el grupo a un tema que muestra
claramente la oposición de la norma del grupo frente a la
norma dominante: nadie toma la opción de singularizar tal
enfrentamiento, de dar el paso al frente. Nadie toma la
posición del héroe. Pueden ser,
también, cortes al entrar el discurso por asuntos en los
que el grupo ve peligrar su unidad, pudiendo estallar en un
fuerte conflicto interno. Se trata de un silencio elusivo.
Durante la dinámica, los silencios pueden sucederse y
ofrecen un amplio margen para la interpretación. Es la
práctica del moderador y el analista la que
empujará, en cada momento de la investigación, a
tomar unas decisiones u otras sobre su gestión. Es
más, en la discusión sobre tal gestión del
silencio, puede ubicarse la oposición metodológica
existente entre quienes abogan por distintos grados de
directividad en la moderación de las reuniones.

Al final de las reuniones, el silencio del grupo tiende
a configurarse como signo de complicidades. Ya ha sido dicho todo
lo que había que decir para conseguir la
reconstrucción del grupo. El silencio como muestra de que
el grupo se considera ya suficientemente reflejado. Sólo
queda entonces, si interesa a los objetivos de la
investigación, provocar al grupo, hacerle salir de
sí mismo, o cambiar radicalmente de tema. En definitiva,
dar por acabado el grupo de discusión, con la posibilidad
de relanzar otra dinámica.

HACIA CONCLUSIONES GENERALES

Al subordinarse este trabajo a una intención
expositiva, apenas se ha entrado en discusiones de
carácter metodológico que, sin duda, se encuentran
en las opciones tomadas en lo expuesto. Se ha eludido la muestra
de diferencias que, en cada práctica, existen según
las escuelas cualitativas. Sin embargo, el lugar dado a las
normas o las condiciones de tiempo y espacio en las que se
realiza la observación, son opciones que cabe entroncar en
escuelas determinadas. Por lo tanto, la discusión ha sido
limitada, asumiéndose así la mínima
referencia a categorías metodológicas, como la de
contexto, que, hoy por hoy, constituyen aspectos controvertidos.
No obstante, pueden derivarse de lo expuesto algunas conclusiones
de carácter general.

En cuanto situaciones sociales, pueden reconocerse en
las prácticas de investigación cualitativa aspectos
comunes, con sus problemas y
ventajas, que las diferencian profundamente de las
técnicas cuantitativas. Entre los problemas, no hay que
dejar de lado los relativos a la validación de los
resultados30. Entre las ventajas, hay que destacar la
propia apertura reflexiva, en cuanto situaciones sociales en las
que es posible observar los propios efectos de la
observación, llegando a permitir la comprensión de
los investigadores como tales. Es decir, del lugar de los
investigadores, en su relación con los observados, en el
proceso de investigación. No es sólo que las
prácticas cualitativas generan menor reactividad sino que
se encuentran abiertas a la observación de la propia
reactividad que producen.

Dentro de tal apertura reflexiva, el silencio se ha
mostrado como el espejo de los observadores. Como una superficie
plana del discurso de los observados en los que el observador
puede verse a sí mismo en la observación. Un
reflejo que principalmente ha de interpretarse como conflicto
entre normas sociales; aunque su concreción varía
según la situación social producida por la
observación.

Junto a la relación entre normas, el silencio
pone en evidencia la imbricación de contextos. Se
constituye en un dispositivo esencial para la
interpretación sociológica de todo material
empírico: desde el contexto de observación
más inmediato (situación de observación) a
los contextos históricos (sobre todo) y de referencia
(normativa). La interpretación es, así, una
reconstrucción contextual28.

A partir de tales consideraciones generales que
caracterizan a las prácticas de investigación
cualitativa, no hay más recetas para su proceder concreto
que la inmersión en los objetivos e intereses
estratégicos de la investigación. Carencia de
recetas que deriva de su asunción como situaciones
sociales tipificadas y, por lo tanto, abiertas. Puede decirse que
hay límites sistémicos para ser
sistemáticamente prácticos. Hay límites para
la asunción sistemática de los procedimientos
técnicos, si lo que se desea es una aproximación al
sistema social.

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Javier Callejo Gallego
Departamento de
Sociología I: Teoría,
Metodología y Cambio Social.
Universidad Nacional de Educación a
Distancia
Correspondencia: Javier Callejo. Calle Obispo Trejo s/n. 28040
Madrid. 913987065

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